Diego Cardona C. – ¿Qué puede esperarse de Ernesto Samper en la UNASUR?

28 julio 2014

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Diego Cardona C.*

El camino a la designación

La reciente reunión de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) trajo algunos acuerdos importantes en el camino de lo que pretende ser una contribución a una nueva geometría global.

También fue seguida por una cumbre entre los BRICS y los países miembros de Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) donde esta entidad se confirmó como un mecanismo de diálogo multilateral con actores internacionales de relevancia.

Pero esa fase de diálogo sería hueca o apenas simbólica si no va acompañada del fortalecimiento interno del grupo suramericano y de sus mecanismos de construcción de consensos. Afortunadamente en esta ocasión, los jefes de Estado suramericanos parecen haber recordado que la UNASUR requiere liderazgo y no solo administración.

Por eso, las circunstancias que llevaron a la designación de Ernesto Samper para la Secretaría General de la UNASUR son más bien propicias. Ya acordado su nombre por todos los jefes de Estado, seguramente su elección para el período previsto de dos años será formalizada el próximo 22 de agosto, en la Cumbre de Montevideo

Pero lo más interesante es el proceso que condujo a esta designación. Para apreciarlo conviene repasar un poco los antecedentes.

La UNASUR nació por iniciativa brasileña, pero por supuesto requirió el consenso de todos los países del subcontinente. Fue intensa la discusión sobre quién sería el primer secretario general. Más llamativo fue el criterio para escoger al expresidente Kirchner en su momento;  se dijo, por ejemplo, que en el Mercosur y la Comunidad Andina la falta de liderazgo era dramática, y que los jefes de Estado y los cancilleres “ya no les pasaban al teléfono a sus directivos”.

Fue el mismo argumento que llevó al expresidente César Gaviria a la OEA en 1994. A la cabeza de esa organización hacía falta en ese momento, alguien que conociera a los jefes de Estado, en especial por haber sido su par, y por gozar de la estimación de ese grupo selecto.

Así las cosas, y tras considerar un pequeño número de candidatos, se adoptó el nombre del expresidente argentino Néstor Kirchner como el primer secretario de la UNASUR. El Tratado fundacional no había con sus buenos oficios , y apoyado por Grasil, Chile y er justificoi muchio mas grave.  Hubiera sido la mayor desgracia de la h sido ratificado aún por el número de países necesario. No había por tanto, la posibilidad de una armazón institucional.

Kirchner despachó todo el tiempo desde su oficina de expresidente y cónyuge presidencial en la Casa Rosada. Sus gestiones políticas fueron de primera línea. Aún está por escribirse, por ejemplo, el papel decisivo que jugó durante la peligrosa escalada de tensiones entre Colombia y Venezuela.

La muerte de Néstor Kirchner dejó un vacío que luego se llenó por un consenso afortunado: Colombia y Venezuela aceptaron la propuesta brasileña de compartir con un(a) ciudadano(a) de cada país el período siguiente de dos años. La colombiana María Emma Mejía tuvo a su cargo el proceso en un momento de gran dificultad.

La gestión de la secretaria general colombiana fue activa y eficiente. Al finalizar ese período de un año, ya había secretaría, organigrama, un modelo operativo claro y reuniones periódicas de varios Consejos sectoriales.

Vino después el período del venezolano Alí Rodríguez. Sobre su probidad y sus capacidades no cabe la menor duda. Desafortunadamente, una situación de salud le impidió estar presente en la sede de la Secretaría por tiempos prolongados, así como asistir a las reuniones sectoriales (aproximadamente 2 por mes) en las diversas capitales suramericanas.

A lo anterior se sumaron circunstancias políticas en la región que debilitaron el proceso. Los acontecimientos de Paraguay y la tensión interna en Venezuela, así como la necesidad de definiciones importantes dentro del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y la Comunidad Andina  (CAN) disminuyeron el impulso de la UNASUR durante varios meses.

Un nombramiento inusual

El relevo de secretario general debería haberse dado en julio de 2013, pero la falta de consensos sobre los varios candidatos que se fueron planteando (ninguno de los cuales tenía las calidades de los tres secretarios anteriores) hizo que algunos países comenzaran a pensar en la necesidad de acordar el nombre de algún ex presidente.

El perfil requerido parecía bastante claro: expresidente, disponible, de centro o centro-izquierda, con sensibilidad social clara, con visión regional, con buena capacidad de interlocución con sus pares y con capacidad para respetar formas de pensar distintas de  la suya.

El expresidente Lula era un candidato natural, pero consideró un deber permanecer acompañando la campaña de su partido para la Presidencia del Brasil. Varios precandidatos, después de meses, no tuvieron el consenso necesario, y entonces fue surgiendo, por iniciativa de Uruguay y avalado por Ecuador, el nombre del colombiano Ernesto Samper.

El asunto era complejo porque Colombia no podía promover su candidatura. En efecto, en todos los organismos internacionales funcionan dos cosas que se consideran sagradas: los consensos (la UNASUR requiere unanimidad), y los mecanismos de rotación nacional de sus directivos.

Colombia, Argentina y Venezuela estaban pues, excluidas, por ese principio de rotación. Para un observador atento de la vida internacional, es claro que el asunto debe haber surgido como un consenso creciente, por iniciativa de otros países. Ese respeto por las reglas de juego, por los otros y por la prudencia son activos fundamentales en la política exterior.

Lo que le espera

Ahora bien, es bueno hacer claridad sobre lo que sigue. El nuevo secretario general de la UNASUR debe saber que existen en este asunto dos niveles: uno, el de la organización; y otro, el de la gestión.

En cuanto al primero, la Secretaría es aún muy débil, casi raquítica. Es necesario actualizarla y reforzarla para poder avanzar, y los mecanismos de interacción por sectores son fundamentales.

Se debe tener claridad sobre un hecho: para algunos ciudadanos de los países del Mercosur, la UNASUR se construye con algo así como un Mercosur ampliado. Para muchos andinos, debería haber sido mediante un proceso de convergencia. Esa convergencia como tal quedó desafortunadamente descartada desde el Tratado fundacional.

En la práctica, la debilidad de la CAN es manifiesta. Y además existen más actores. De hecho, en la región se expresan el Mercosur, el Alba (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), la Alianza del Pacífico y la CAN. Los cuatro están vigentes en el contexto suramericano, y ello requiere aproximación, gestión política y, en lo posible, negociación de diferencias y profundización de semejanzas y tareas comunes.

Por otra parte, es imposible por ahora marchar en la dirección que hubiera querido el expresidente Borja del Ecuador: un modelo semejante al de la Unión Europea, que es irrepetible en Suramérica.

En especial porque la misma construcción de los Estados nacionales es todavía precaria en los países suramericanos, y los gobiernos tienen temor explicable a jalonar el proceso de “amalgama” de su propio país en un espacio mayor.

El otro punto importante tiene que ver con la gestión. Dado que se alteró el principio casi sagrado de rotación regional, el ejercicio de la Secretaría General tiene que ser prudente. Sobre todo, es necesario que los demás países observen a un secretario que toma en cuenta los intereses de la región como un todo, y no solo los de su país.

En efecto, esa alteración del principio de rotación es un voto de confianza extraordinario e inusual que requiere un extraordinario equilibrio. Pero, por otra parte, se ha designado a un expresidente, justamente porque se esperan actividad, iniciativa y gestión presencial permanente.

Despachar desde Quito, estar presente en todas las reuniones sectoriales (de rango  ministerial) y mantener un diálogo político permanente con los presidentes suramericanos, son acciones esenciales.

La gestión de la UNASUR es muy particular. El secretario general no es un presidente ni un primer ministro al cual sus países socios sigan. Lo intergubernamental es esencial en Suramérica. Por eso, el secretario general no puede interferir en procesos políticos internos de los países, así como no puede enredarse en polémicas sobre políticas públicas que no tengan el consenso pleno entre los socios.

Pero es interesante ver que los jefes de Estado de la región han reiterado ahora que quieren liderazgo. Para el caso, un liderazgo político que entienda que son los países los que toman las grandes decisiones en la UNASUR; igualmente esperan impulso y coordinación activa, y no solo administración del proceso.

Del cumplimiento de estas expectativas dependerá el legado que el expresidente colombiano pueda dejar en la región suramericana.

*PhD., Internacionalista. dcardonc@yahoo.com

Publicado en: http://www.razonpublica.com/index.php/politica-y-gobierno-temas-27/7775-%C2%BFqu%C3%A9-puede-esperarse-de-ernesto-samper-en-la-unasur.html