Federico Merke – Conflictos múltiples y difusos que obligarán a dejar las cruzadas de lado

15 octubre 2014

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Publicado en La Nación

La política internacional está entrando en un período en donde abundarán los blancos móviles. Serán actores, procesos y conflictos con lógicas difusas y por lo tanto complejas de captar a la hora de hacer política exterior.

Existe, sin embargo, un conjunto de datos de la realidad que nos permite pensar en los tipos de conflicto que tendremos y cómo serán abordados. A riesgo de simplificar, estimo que en los próximos años la agenda internacional estará dominada por tres tipos de conflicto.

El primer tipo tiene que ver con el cambio de poder y enfrentará a potencias conservadoras con potencias en ascenso de carácter reformista. Se trata del conflicto entre los países desarrollados de Occidente, que luchan por mantener sus posiciones, y las potencias emergentes, que plantearán cada vez más demandas de reforma del orden internacional, en particular acerca de cómo se construye seguridad internacional, cómo se ordenan las finanzas internacionales y cómo se aborda el cambio climático. Quizás la buena noticia sea que ninguna gran potencia, y esto incluye a China, claro, está pensando en la guerra. El cambio de poder pacífico siempre fue un problema en política internacional y hoy el capitalismo globalizado, el multilateralismo, la democracia y la opinión pública mundial hacen su trabajo, no para evitar el conflicto, sino para evitar que éste termine en la guerra entre potencias.

El segundo tipo de conflicto tiene que ver con la economía y enfrentará a nómades (actores del mercado globalizado, como los fondos de inversión) con sedentarios (actores territoriales, como los Estados). Será un conflicto por las reglas bajo las cuales debería funcionar el capitalismo financiero.

El tercer conflicto tiene que ver con la legitimidad y enfrentará a gobiernos con actores políticos insatisfechos buscando su lugar bajo el sol. Sudán, Siria, Egipto, Ucrania, Irak, Escocia y España, con distintos grados, fueron o son algunos de los ejemplos más conocidos.

Serán conflictos domésticos pero internacionalizados, con Occidente liderando una vanguardia de un orden liberal cada vez más complicado de instalar. Serán conflictos de baja intensidad, pero con altos riesgos de escalada. Las lógicas difusas en juego harán que los aliados en un conflicto probablemente sean rivales en otro. Más aún, estos conflictos serán abordados en múltiples grupos, multilaterales y minilaterales, con preferencias heterogéneas, eficaces para evitar que el conflicto desborde, pero de menor utilidad a la hora de diseñar y proveer bienes públicos globales.

Se vienen tiempos de múltiples espacios, de geometrías variables y de canales de comunicación que van del Consejo de Seguridad a las redes sociales. La clave para navegar estas aguas será desarrollar una inteligente política externa que combine valores con pragmatismo, firmeza en los fines con flexibilidad en los medios, razón de Estado con razón de sistema internacional, decisiones rápidas y efectistas con estrategias de largo plazo. Quien haga de la política exterior una cruzada llevará las de perder. No porque las convicciones no tengan sentido, sino porque las responsabilidades en juego son muchas.