Raúl Benítez Manaut – USA-América Latina. ¿nueva diplomacia?

21 marzo 2016

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Raúl Benítez Manaut

La visita del presidente Obama a La Habana los días 21 y 22 de marzo de 2016, confirma un acontecimiento que se viene configurando desde diciembre de 2014 en la política hemisférica de Estados Unidos: para la superpotencia América Latina vuelve a ser importante y la demanda latinoamericana desde el fin de la guerra fría, al unísono, para re-incorporar a Cuba al hemisferio se acelera. Obama no ha tenido fácil la lucha por lograr el apoyo en el Congreso de Estados Unidos a su esfuerzo por lograr la normalización plena de sus relaciones con Cuba. Por el año político que se vive en Estados Unidos, donde en el seno del Partido Republicano los postulados nacionalistas, xenófobos y anti-cubanos (dos de los contendientes a la presidencia en ese partido tienen ese origen), Obama podría ver el peligro de un retroceso a partir de enero de 2017. Por ello está tratando de consolidar su política hacia Cuba, para que no pueda revertirse, sobre todo ante la posibilidad de que alcance la presidencia Donald Trump.

Desde su primer gobierno inaugurado en enero de 2009, Obama dirigió sus esfuerzos a otras regiones del planeta. Si consideramos las visitas presidenciales como indicador de voluntad diplomática, Obama tenía abandonado al continente. Con su vecino México, entabló una relación de prioridad con una primera visita en abril, centrada en el tema de la seguridad. De allí viajó a Trinidad y Tobago a la Cumbre de Las Américas (aquí saludó a Hugo Chávez, lo que molestó a los conservadores en su país), y regresó a México a la Cumbre de América del Norte en agosto. En el 2010 Obama no tocó tierra latinoamericana. En 2011 viajó a Chile, Brasil y El Salvador. En estos años se vivía el auge del ALBA y de la diplomacia anti-USA venezolana, por lo que Estados Unidos tenía pocos amigos. En el polo contrario, no se confiaba de la voluntad de Obama, y desde Venezuela a Argentina, pasando por Ecuador y Bolivia, las diplomacias alternativas del ALBA y UNASUR, la primera más radical que la segunda, daban poco margen de maniobra a Estados Unidos. En 2012, en parte debido a la pelea por su reelección, donde debía dedicar todo su esfuerzo en asuntos internos, Obama solo realizó dos viajes a cumbres multilaterales: el G-20 en Los Cabos, México, y la Cumbre de Las Américas en Cartagena, Colombia.

En el 2013 Obama, una vez investido para arrancar su segundo periodo de gobierno, sólo atendió a su vecino. Realizó una visita bilateral con el nuevo presidente Enrique Peña Nieto los días 2 y 3 de mayo, donde se habló prioritariamente de la seguridad de las fronteras. Los días 3 y 4 de mayo viajó a la Cumbre del SICA celebrada en Costa Rica, donde se reunió con los líderes de Centroamérica y República Dominicana. En febrero de 2014 sólo acudió a Toluca, México a la cumbre de Norteamérica.

Parecía que Estados Unidos tenía una relación inercial con América Latina, no conflictiva, y le otorgaba prioridad a su vecino México y a países como Colombia, centrando su esfuerzo en los temas que preocupan a Estados Unidos como la migración, el narcotráfico y el comercio. Con los países estruendosamente anti-USA liderados por Venezuela, la flama comenzó a apagarse desde la muerte de Hugo Chávez en abril de 2013. Cuba y otros países beneficiados de la generosa política venezolana de cooperación empezaron a preocuparse por el cambio de gobierno en Venezuela y posteriormente, durante el fatídico año de 2015, por la caída estrepitosa de los precios del petróleo. Estados Unidos comienza a explorar su reingreso a la diplomacia de dónde había sido excluido. El anuncio hecho por Obama y Raúl Castro en diciembre de 2014 para reestablecer relaciones sorprendió a toda América Latina. Obama viajó a Jamaica el 8 de abril para reunirse con los líderes del CARICOM, y asistió a la Cumbre de Las Américas, celebrada en Panamá del 9 al 11 de abril. Ese mecanismo de concertación multilateral hemisférico inaugurado por el presidente William Clinton en los años noventa estaba moribundo. Le dieron vida Obama y Raúl Castro y, a partir de ahí, la nueva relación bilateral poco a poco se vuelve el eje para revivir la diplomacia hemisférica, de capa caída por el ALBA, la UNASUR y el CELAC, donde parecía que hasta la OEA se desinflaba sin remedio. También en la Cumbre de Panamá se comenzaba a sellar el cuestionamiento al gobierno de Venezuela.

En los siete años trascurridos desde que ascendió a la Casa Blanca, Obama atendió las formalidades de la diplomacia hemisférica asistiendo a los encuentros multilaterales, realizó visitas bilaterales a pocos países, tratando de no ser afectado por los vientos anti-Usa que predominaban. Estados Unidos percibió el viraje gradual vivido en las tendencias ideológicas en muchos países de América Latina y no lo confrontó. Sin embargo, el activismo venezolano se enfriaba a la par de la gran crisis económica y política en ese país, que crece sin parar. En muchos países del ALBA la legitimidad de los gobiernos se va deteriorando y se van produciendo los cambios electorales en favor de posturas de fuerzas políticas ubicadas en el centro y la derecha. Principalmente en Venezuela, pero también Ecuador, Bolivia, Brasil y Argentina, se producen sacudidas electorales y políticas, en muchos de casos rodeados de grandes escándalos de corrupción. Esto explica que Barack Obama, después de su viaje a Cuba, se dirija a Argentina el 23 y 24 de marzo para buscar abrir el flanco que le faltaba en su diplomacia hemisférica en América del Sur. La caída de la dinastía Kirchner en Argentina y la llegada de Mauricio Macri el 10 de diciembre de 2015, es aprovechado por Estados Unidos para amarrar los cabos sueltos que necesita en esta nueva diplomacia.

El gran pendiente de estas nuevas relaciones se verá a lo largo del 2016, y dependerá del resultado de las elecciones en Estados Unidos en noviembre. Este acontecimiento es de pronóstico reservado.

 

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