Willy Soto Acosta – Mientras la Unión Europa levanta muros, Cuba y Estados Unidos los derriban

23 marzo 2016

WillySotoWilly Soto Acosta

Catedrático

Escuela de Relaciones Internacionales

Universidad Nacional, Costa Rica

altivohaciaadelante@gmail.com

willy.soto.acosta@una.cr

Si tomáramos una fotografía del acontecer mundial  de esta Semana Santa del 2016, obtendríamos una  imagen triste, en blanco y negro, una especie de instantánea de la era del cine mudo: la Unión Europea, otrora defensora de los derechos humanos, del “Derecho de Gentes”, con su viejo discurso de la solidaridad humana, impidiendo la migración de seres humanos sirios. Algunos europeos, que no son la mayoría, casi que prefieren que se ahoguen en su travesía marítima, antes de que desembarquen a “contaminar” a su “Tierra Prometida”. En estos meses, esos sirios –a los que se les cosifica, a los que Europa les niega su condición de seres humanos-  han vivido lo que experimentó Jesús en su Pasión: para ellos ha sido un Viernes Santo interminable y cuando ha finalizado, muchas veces ha sido con un literal ahogamiento.

En esta Semana Mayor, la Europa “civilizada” contrasta con la América “salvaje”: aquí, dos países, Cuba y Estados Unidos, en una fotografía a color, casi que en un video,  han decidido derribar los cercos de púas y los nuevos Muros de Berlín que está levantando la Unión Europea.  Han acordado, ambos con estrategias diplomáticas que debemos estudiar a fondos en nuestros departamentos universitarios de Relaciones Internacionales, derribar  el muro de uno de los últimos resabios de la Guerra Fría.  ¡Cuán necesitados estamos de de esos líderes, de esos estadistas, de la altura política e intelectual de Barack Obama y Raúl Castro!

¿Ese acercamiento cubano-estadounidense es un acto de amor desinteresado? La respuesta es un absoluto no! Simplemente es la lectura realista de dos gobiernos ante el nuevo tablero geopolítico mundial. Entre muchos otros factores (una larga lista) que explica esta “nueva era” en las relaciones estadounidenses-cubanas, está la creciente influencia de China y Rusia en América Latina y  la “condensación latinoamericana” que representa la isla caribeña. En cuanto a Cuba, humildemente tiene que reconocer que no obstante sus relucientes indicadores en salud, en educación y en otras áreas sociales, hoy en día un país que no participa en el comercio internacional está perdido. El comercio es actualmente la extensión de la guerra por otros medios.

Existe  otra toma de consciencia nada despreciable por parte de la isla: si con el asfixiante embargo norteamericano ha logrado sobrevivir, si ha sido un país maestro en no ahogarse en un naufragio – como los niños sirios-, si de chatarra y piezas usadas y de reciclaje, ha hecho tantas cosas, ¿qué no podrá hacer con una “normalización” económica”? Si hoy hablamos tanto de los BRICS, de los países emergentes, pronto Cuba podría engrosar ese selecto club.

El gran reto del gobierno cubano es rescatar la “nación cubana”: reconocer el potencial de los cubanos de la isla y los cubanos en Miami. Éstos no son traidores a la patria: son seres humanos, salieron de su país  por diferentes motivos, y el gobierno cubano no debe tratarlos como la “civilizada” Europa trata a sirios y a africanos. Tanto la oposición cubana dentro y fuera de la isla como el gobierno deberían, en esta coyuntura excepcional para todos, aplicar la parábola del Hijo Pródigo:

“Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.

Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.

Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.

Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado”.

Quisiéramos pedir a  la Unión Europea aplicar ese hermoso mensaje para con los migrantes sirios y africanos, pero sería un poco romántico hacerlo teniendo en cuenta tal grado de racismo que hoy muestran los “civilizados”.

Esa mente brillante y gran pastor que es Francisco I expresó en su reciente vista a la isla que  Cuba  se está convirtiendo en el país de la unidad, donde todos se puedan reconciliar. Completamente de acuerdo, pero eso tiene que comenzar por casa, no solo dentro de la isla sino a ambos lados del estrecho.  Eso será fácil para ese país, ducho en el arte de la diplomacia. ¿Acaso no sido un maestro en tener presencia mundial, incluyendo África, con instrumentos tan sofisticados como la diplomacia médica?

En cuanto Europa, seguirá  actuando con su tradicional auto-percepción narcisista de “civilización superior”. Ahora le corresponde  jugar al Nuevo Mundo.

La migración siria hacia Europa y la muerte lenta en el Camino de la Amargura  de Jesús no es desconocida para nosotros, los centroamericanos.   Cientos de miles  de salvadoreños, de hondureños, de guatemaltecos, niños, mujeres, adultos, mueren en su éxodo forzoso hacia Estados Unidos, se ahogan no en el mar sino en el desierto de la frontera mexicano-estadounidense. Mientras que a los cubanos que ingresan en territorio estadounidense  son recibidos con documentación, permisos de trabajo, y ayuda económica (de los cual nos alegramos), los centroamericanos que llegan a ese suelo son perseguidos y deportados (de lo cual nos entristecemos). Migrantes ambos, obligados a salir de sus patrias, pero unos tienen derecho a la vida y otros son “cosas” desechables, como Europa trata a sirios y a africanos.

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