Gonzalo Paz – Sobre Trump y Washington

2 febrero 2017

GonzaloPaz

 

Por Gonzalo Paz

Publicado en La Voz de Galicia: http://www.lavozdegalicia.es/noticia/opinion/2017/02/01/sobre-trump-washington/0003_201702G1P13997.htm

Mientras el mundo trata de seguir y comprender las implicaciones de los trepidantes primeros días de la sorpresiva y sorprendente presidencia de Donald Trump, hay un enfrentamiento sordo entre el nuevo presidente y Washington. Trump logró manipular electoralmente a su favor la extendida percepción (justa o injusta) de Washington como un lugar de corrupción, donde los lobbies manejan la política y donde la falta de entendimiento en el Congreso entre republicanos y demócratas o entre el Congreso y la Casa Blanca bloquean la adopción de políticas públicas que mejoren la vida de los ciudadanos.

Pero Washington es también una ciudad de 600.000 habitantes donde los demócratas generalmente obtienen más del 90 % de los votos en las elecciones presidenciales. Los límites de Washington son los mismos que los del Distrito de Columbia, el famoso DC, cuyos habitantes no tienen representantes en el Congreso y que tiene la capitis diminutio de estar sujeto a la autoridad del Congreso. Esto tampoco genera amor entre los ciudadanos ni a los republicanos ni a Trump, ya que el Congreso revisa cada decisión de la ciudad, sobre venta de armas, legalización de la marihuana, aborto, etcétera. Los demócratas mayoritariamente también controlan el Gran Washington, de unos 6 millones de habitantes. Aunque muchos de ellos sienten profundas diferencias ideológicas con los republicanos, pueden aceptar un presidente republicano. Sin embargo, hay algo visceral contra Trump.

Washington es también otra cosa: una ciudad muy poderosa, para muchos la más poderosa del mundo. Así como el dinero es el principal negocio de Nueva York, el principal negocio de Washington es el poder. Desde el punto de vista del urbanismo y la arquitectura hasta cómo se viste la gente, ambas ciudades son muy diferentes. Todo el mundo aquí entiende eso, se vive eso: en Washington se respira poder. El poder se gana, se acrecienta, se usa, se cuida, se respeta. Se comprende la dificultad del negocio del poder. Y aquí yace quizá la fuente de rechazo más grande de Washington hacia Trump, mucho más allá de lo ideológico. Se considera a Trump como un advenedizo, como un improvisado, un amateur que no entiende de poder.

La idea de que el peor enemigo de Trump es él mismo se considera especialmente grave en política exterior, donde Trump aparece como particularmente disruptivo de un orden internacional (ONU, UE, OTAN, NAFTA, etcétera) del que Washington ha sido el principal arquitecto desde la Segunda Guerra Mundial, y en el que ha invertido o consumido millones de vidas y de dólares.

Veinte días antes de dejar su cargo de secretario de Estado, se le preguntó a John Kerry sobre el aparentemente improvisado uso de Twitter por parte de Trump en política exterior. Kerry contestó que hasta el último día haría una política disciplinada como secretario de Estado. La palabra que más representa a Trump, deal (trato), es percibida como cortoplacista, superficial. En esto hay un secreto pero mayoritario consenso entre los republicanos y los demócratas: la profunda desconfianza hacia el novedoso tercer espacio político fuerte que ha aparecido en las últimas elecciones, el trumpismo. Esta aprehensión penetra un debate de fondo acerca de dos ideas diferentes sobre democracia: si la potencia política del tsunami Trump chocará con las instituciones y, en su caso, cuál será el resultado. Los seguidores de Trump no dudan. Washington tampoco.